Cuando miramos atrás, a los años anteriores a la crisis, vemos un panorama muy diferente al que tenemos hoy. Entonces no parecía posible que las deudas que asumían las familias pudiesen llegar a estos extremos. ¿Por qué se tenía esta creencia? Porque se entendía que el patrimonio, siempre, se revalorizaría, pero la realidad ha sido otra.
Todos conocemos a familias, empresarios y autónomos que no han podido hacer frente a sus deudas y han perdido su vivienda, cerrado su negocio y que, como si esto no fuera suficiente, siguen cargando con una deuda que responde a un bien que ya no les pertenece.
La gran pregunta es ¿cómo hemos llegado a estos extremos? Era cierto que el valor de la vivienda los años previos a la crisis aumentaba a un ritmo muy superior al de las rentas del trabajo, lo que provocó que muchas decisiones de compra de inmuebles se basaran en consignas, no del todo ciertas, que todos hemos dicho o escuchado, como "mejor pagar la hipoteca que un alquiler", "compro el piso como inversión, en unos años habrá aumentado su valor", etcétera.
Esta mentalidad no era exclusiva de los particulares, sino que los bancos y entidades de crédito en general se adaptaron a este modo de actuar, modificando incluso su forma de hacer negocio para que casara mejor con este modelo, lo que acabó provocando que, cuando las circunstancias cambiaron, muchas personas se encontraran con que les era imposible hacer frente a los pagos a tiempo. Esto, no poder saldar nuestras deudas en las fechas en que vencen, es el sobreendeudamiento.
Conociendo esto, si creemos que estamos en esta situación o que podemos entrar en ella, debemos ver qué armas tenemos para defendernos para poder marcar una estrategia que permita que esta situación no llegue a ser desesperada y nos garantice una reacción apropiada para obtener los mejores resultados posibles.
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